¡Dios! mi pequeña hermana. Ella, se levanta despacio, deja la pistola encima de la cama y viene hacía mí. Me rodea con sus pequeños brazos y nos acunamos, mientras me susurra dulcemente al oído: “Ya pasó, Merche, ya pasó”.
Le pongo el camisón y cogidas de la mano vamos hacía el salón. Descuelgo el teléfono y marco el número de la policía.
Pues sí, sigue lloviendo. Es lo que tiene el Mediterráneo: igual se pasan tres meses o cuatro, o cinco, sin que caiga una gota, como, de repente, se pasa una semanita "dale que te pego". En fin, no todo iba a ser vivir en el Edén, que para eso Melendi dice que "el jardin de Adán y Eva estaba en territorio astur" y no aqui.
Ayer, ayer fue un día especial. Sí fuí a tragarme el rollo de clase y, oyes, casi me duermo, que se me cerraban los ojos, y la lista de mi hija dice que es que me hago mayor... mayor ya estoy, no te jode. Si se pasará ella ocho horas trabajando fuera de casa, unas cuentas más (tengo que confesar que cada día menos) en casa y encima un montón de extras, veríamos si no se dormía también ¡lo que hay que oir!. Pues eso, que me entraba un muermo tremendo, eso sí, automáticamente asentía a todos los "¿de acuerdo?" que soltaba el profe. Porque no, no me puse minifalda, no tengo ganas de coger una pulmonía... ya vendrán tiempos mejores.
Después del rollito estudiantil, hablé, vía telefónica, con alguien muy especial, una larga conversación que ¿pa qué voy a mentir? se me hizo corta. Y eso que me ocupó todo el viaje de regreso a casa en tren y ... algo más. Hay que ver cuando estás agusto, lo rápido que se pasa el tiempo. Y luego dicen que todas las horas tienen sesenta minutos, pues... no estoy yo muy segura.
LLego a casa y mi contrario y su vástaga habian reñido ¡¡¡qué raro!!!, son jodidamente iguales. Cada uno en un extremo del sofá. No sabía si echarme a reir o a llorar. Que se apañen ¡coño! que cualquier día de estos me van a dar el novel de la paz, siempre de mediadora de buena fé. Me pillaron de buen humor, porque si llego a estar de malas, a saber lo que hubieran tenido que escuchar por esta boquita. En fin, que pasé de ellos olímpicamente, dí cuatro bocados (que estaba desmayá) y me encerré en la habitación con el ordenador, que de momento, es el que menos disgustos me da, no sé que haría yo sin él. Es lo bueno que tiene, que lo puedes apagar cuando te plazca. El día que inventen el mando a distancia para apagar a la "family" soy la primera en hacerme con uno. Iban a pasarse la mitad del día en "off".
Le pongo el camisón y cogidas de la mano vamos hacía el salón. Descuelgo el teléfono y marco el número de la policía.
Pues sí, sigue lloviendo. Es lo que tiene el Mediterráneo: igual se pasan tres meses o cuatro, o cinco, sin que caiga una gota, como, de repente, se pasa una semanita "dale que te pego". En fin, no todo iba a ser vivir en el Edén, que para eso Melendi dice que "el jardin de Adán y Eva estaba en territorio astur" y no aqui.
Ayer, ayer fue un día especial. Sí fuí a tragarme el rollo de clase y, oyes, casi me duermo, que se me cerraban los ojos, y la lista de mi hija dice que es que me hago mayor... mayor ya estoy, no te jode. Si se pasará ella ocho horas trabajando fuera de casa, unas cuentas más (tengo que confesar que cada día menos) en casa y encima un montón de extras, veríamos si no se dormía también ¡lo que hay que oir!. Pues eso, que me entraba un muermo tremendo, eso sí, automáticamente asentía a todos los "¿de acuerdo?" que soltaba el profe. Porque no, no me puse minifalda, no tengo ganas de coger una pulmonía... ya vendrán tiempos mejores.
Después del rollito estudiantil, hablé, vía telefónica, con alguien muy especial, una larga conversación que ¿pa qué voy a mentir? se me hizo corta. Y eso que me ocupó todo el viaje de regreso a casa en tren y ... algo más. Hay que ver cuando estás agusto, lo rápido que se pasa el tiempo. Y luego dicen que todas las horas tienen sesenta minutos, pues... no estoy yo muy segura.
LLego a casa y mi contrario y su vástaga habian reñido ¡¡¡qué raro!!!, son jodidamente iguales. Cada uno en un extremo del sofá. No sabía si echarme a reir o a llorar. Que se apañen ¡coño! que cualquier día de estos me van a dar el novel de la paz, siempre de mediadora de buena fé. Me pillaron de buen humor, porque si llego a estar de malas, a saber lo que hubieran tenido que escuchar por esta boquita. En fin, que pasé de ellos olímpicamente, dí cuatro bocados (que estaba desmayá) y me encerré en la habitación con el ordenador, que de momento, es el que menos disgustos me da, no sé que haría yo sin él. Es lo bueno que tiene, que lo puedes apagar cuando te plazca. El día que inventen el mando a distancia para apagar a la "family" soy la primera en hacerme con uno. Iban a pasarse la mitad del día en "off".